viernes, 25 de enero de 2019

Jauría

de Jordi Casanovas. Dirección: Miguel del Arco.
una producción de Kamikaze Producciones, Milonga Producciones, Hause & Richman Stage Producers y Zoa Producciones para El Pavón Teatro Kamikaze.
con Fran Cantos, Álex García, María Hervás, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto.

25 de enero de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 85’ aprox. Estreno absoluto.

La manada. La de aquellos cinco sevillanos que el 7 de julio de 2016 se convirtieron en jauría para una joven madrilleña en un portal de Pamplona. Ellos tenían entre veinticuatro y veintisiete años. Ella dieciocho. Vemos la reconstrucción de lo que sucedió aquella noche y de lo que pasó después a través de los fragmentos de sus declaraciones en el juicio. 

Una poderosa ficción de una tragedia arquetípica con víctima femenina y victimarios de masculinidad gregaria. Eso sería esta Jauría de Miguel del Arco si no fuera porque Jordi Casanovas (igual que hizo en el impresionante Ruz-Barcenas y en el magnífico Port Arthur que acabamos de ver) se ha atenido a la literalidad de lo que declararon los protagonistas reales de aquellos hechos. Por eso este documento teatral no es solo una impresionante obra que dará mucho que hablar cuando llegue a Madrid y que esta noche de estreno ha puesto en pie al público emocionado que ha llenado el Palacio Valdés (mis alumnos, que asistieron la víspera al ensayo general, casi no podían hablar a la salida del teatro pero no podían callar a la mañana siguiente en el aula). Jauría es también un ensayo especular que compromete el criterio de los juzgadores. De quienes juzgaron aquellos hechos y de quienes ahora contemplamos su reconstrucción a través de la mirada de la víctima y los acusados. El texto de Jordi Casanovas está tan bien armado que parece un drama ficticio perfecto. El monólogo central de la joven condensa el significado de una historia que atrapa al espectador desde el primer momento y no le deja escapar ni un segundo. Y eso es así porque Miguel del Arco ha tenido la valentía de atreverse con una historia arriesgadísima en la que ha sabido huir del maniqueísmo simplificador y de la recreación convencional de unos hechos aparentemente resabidos. Con detalles que me han recordado la fuerza coral de algunos momentos de su Misántropo (que también se estrenó aquí) ha apostado por desdoblar los personajes evidenciando la peligrosa simetría entre la cara del que sabe de ciertos especímenes togados y la jeta del que puede de estos sevillanos sevillistas. Los primeros están muy seguros de la objetividad de sus preguntas y argumentos. Los segundos están acostumbrados a tomarse con guasa la satisfacción permanente de lo que les pide el cuerpo. Son dos lenguajes muy pregnantes pero también simétricos y en el fondo concordantes en su impostura. Y Miguel del Arco ha conseguido mostrarlo porque ha contado con un elenco prodigioso que mete miedo cuando Fran Cantos, Álex García, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto encarnan a esos depredadores de la noche que luego comparten trofeos en las redes, y que conmueve hasta la lágrima cuando María Hervás (la extraordinaria Ifi de Iphigenia en Vallecas) pone la mayor sinceridad para encarnar a esa joven de cuya sinceridad se dudó. Jauría no es solo una prueba más de lo kamikazes que pueden llegar a ser algunos teatreros españoles y de la maravillosa sintonía entre este querido teatro que pronto cumplirá un siglo y ese templo madrileño inconmensurable que es el Pavón Kamikaze. Es también un documento teatral que, programado con Port Arthur como díptico perfecto sobre la verdad procesal, revela que el caso de La Manada no fue solo un notable acontecimiento mediático que servía de contrapunto al gran problema que España (y la ceguera de muchos) tiene en Cataluña. Aquel caso fue un elemento crucial para el empoderamiento y la visibilidad del más reciente activismo feminista (ahí está el último 8 de marzo). Pero también ha servido para la creciente reactivación de una masculinidad bronca que, disfrazada de razonable, no solo se ha mantenido entre algunos togados sino que, como se ha demostrado en Andalucía, aspira a reconquistar sin complejos un espacio significativo en nuestro panorama político.
            

Port Arthur

de Jordi Casanovas. Dirección: David Serrano.
una producción de Kamikaze Producciones, Milonga Producciones, Hause & Richman Stage Producers y Zoa Producciones para El Pavón Teatro Kamikaze.
con Joaquín Climent, Javier Godino y Adrián Lastra.

25 de enero de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 75’ aprox. Estreno absoluto.

Nueve horas de interrogatorio. El que responde es Martin Bryant al que se acusa de haber matado a treinta  y cinco personas con las armas que llevaba en su coche. Si confiesa no habrá juicio. Pero para eso tiene que recordar lo que pasó.

El precedente es aquel magnífico Ruz-Barcenas que protagonizaba el gran Pedro Casablanc. Jordi Casanovas vuelve a destilar la verdad de un interrogatorio real, en este caso sobre una matanza que tuvo lugar en 1996 en Australia. En un escenario de verosímil grisura presidido por un reloj, dos policías interrogan despacio a un joven de melena rubia que responde con simpleza y parsimonia. No hay atisbo de cinismo en lo que dice. Más bien un ingenuo desvalimiento que solo la amnesia o la inocencia podrían explicar.  Joaquín Climent y Javier Godino están perfectos en los papeles de esos policías que nunca pierden los nervios pero en los que va aumentando la desazón. Y Adrián Lastra está superlativo en el registro que ha sabido darle a un personaje inolvidable con esa entonación casi melódica que inspira a la vez desagrado y empatía. Port Arthur tiene las hechuras del mejor teatro clásico pero alberga una propuesta hiperrealista. Y no solo por los magníficos trabajos de Jordi Casanovas, David Serrano y estos tres actores soberbios. También porque suscita una reflexión profunda sobre temas mayores como las grietas entre los hechos y los recuerdos, entre el delito y el delincuente o entre el crimen y el castigo. Así que ha sido un comienzo perfecto para este díptico necesario en torno al significado de la verdad procesal que esta noche se estrena en nuestro teatro.

viernes, 18 de enero de 2019

7 años

idea original de José Cabeza. Version y dirección: Daniel Veronese.
producción: Producciones Teatrales Contemporáneas.
con Juan Carlos Vellido, Daniel Pérez Prada,Eloy Azorín, Carmen Ruiz y Miguel Rellán.

18 de enero de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. 80’ aprox.

Cuatro socios de una empresa tienen un grave problema con Hacienda. El delito que han cometido es grave y está penado con siete años de cárcel. Antes de que el lunes llegue la policía a detenerlos, uno de ellos podría asumir toda la culpa y entrar solo él en la cárcel. Pero decidir quién lo haría no les resulta fácil. Por eso han contratado a un medidador que les ayude.

El dilema es muy potente. Pone a prueba las relaciones entre los cuatro personajes y les obliga a enfrentar los conflictos entre la ética del merecimiento y la ética de las consecuencias. El quinto personaje sirve de contrapunto que objetiva y guía ese juego dramático. El texto tiene una estructura impecable y una cuidadísima atención a la verosimilitud del lenguaje. Veronese impone además un ritmo trepidante a las interacciones entre unos personajes que tienen la fortuna de estar encarnados por cinco actores soberbios. Todos clavan su carácter. Desde las presencias físicas y los ademanes hasta las maneras de enfrentarse al dilema tanto por la fuerza de sus discusiones como por la expresividad de sus silencios. Al parecer 7 años viene de las pantallas y fue la primera incursión en España de esa perversa máquina de secuestrar al público y a los artistas que se llama Netflix. Hoy esta obra ha llenado el auditorio del Niemeyer y ha demostrado una vez más que salir de casa y compartir emociones es algo que los humanos venimos haciendo con mucho agrado desde hace más de dosmil años en los teatros y desde hace más de un siglo en los cines. Una forma de vivir la ciudad y de sentir el arte mucho más gratificante y más humana que la aceptación acrítica de esa invitación diabólica a la vida monádica que nos ofrecen esos secuestradores de historias y de vidas que merecerían bastante más que siete años de condena.

viernes, 11 de enero de 2019

Kohlhaas

de Marco Baliani y Remo Rostagno. Basada en Michael Kohlhaas de Heinrich von Kleist. Dirección: María Gómez
Producción: NadaDeLirios.
con Riccardo Rigamonti.

11 de enero de 2019. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 75’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.

Miguel Kohlhaas era feliz criando caballos. Hasta que un noble canalla se queda con sus dos más hermosos zainos y los maltrata. Kohlhaas no conseguirá que se haga justicia. Así que desesperado se convertirá en bandolero y liderará un temible ejército popular por tierras de Germania.

Un actor italiano sentado en una silla nos cuenta la historia. Así de simple. Con palabras precisas y a veces poéticas. Con gestos ajustadísimos y nunca excesivos. Kohlhaas es un relato magnífico al que ni le sobra ni le falta nada para mantenernos en vilo. Y es que lo que hace Riccardo Rigamonti con este texto superlativo de Marco Baliani y Remo Rostagno (y de Heinrich von Kleist) no parece de este mundo. Sin levantarse nunca de su silla, con un hermoso acento italiano y una gestualidad mínima con resultados máximos consigue que veamos y cabalguemos los caballos de Kohlhaas, que le acompañemos por tierras de Germania, que comprendamos su ira tras la infamia y que entendamos los límites éticos a los que nos lleva una historia que es soberbia tanto por su extraordinaria elegancia formal como por el calado moral de una tragedia que tiene el aroma de los mejores clásicos. Kohlhaas es mucho más que un monólogo. Es un ejercicio asombroso de concentración interpretativa que ha conseguido que esta noche no hayamos estado en el club del Niemeyer. Hemos estado con un hombre que era feliz criando caballos y que sufrió lo indecible por tierras de Germania.